Los desfiles de Simone Rocha, Preen by Thornton Bregazzi, Christopher Kane o Paco Rabanne han tomado referencias del catolicismo y la espiritualidad para vertebrar sus colecciones de la próxima temporada y sí, también parte de las tendencias
Religión y moda, moda y religión. Un dúo que podría calificarse como curioso, polémico en ocasiones, pero siempre digno de estudio: así sucedió en 2018 en uno de los grandes eventos de la industria, la Met Gala, cuando acogió la exposición Heavenly Bodies: Fashion and Catholic Imagination.
El proyecto, que desde el primer momento se abordó como algo “serio y riguroso” ha sido uno de los grandes éxitos del Museo Metropolitano y su alfombra roja, una de las más comentadas, y no solamente por el look de Papisa de Rihanna.
La exhibición establecía “un diálogo entre la moda y el arte medieval de la colección de The Met para examinar el compromiso continuo de la moda con las prácticas y tradiciones devocionales del catolicismo”, tal y como recogen en la página oficial del museo. Dos años después, Christian Louboutin (1964) ha inaugurado en París L’Exhibition[niste], una exposición que despeja la duda sobre sus inspiraciones, entre las que destacan vidrieras propias de catedrales y sí, también un palio que referencia a la Semana Santa de Sevilla (cita a la que acudió, precisamente, en 2018) y que, de hecho, está realizado en colaboración con la orfebrería Villarreal de Sevilla.
Así, no debería resultar (muy) sorprendente que las pasarelas hayan puesto parte de su foco de las tendencias de otoño-invierno 2020/2021 en las ideas e imágenes religiosas.
Una de las alusiones más claras ha estado en la colección de Preen by Thornton Bregazzi, presentada en la Semana de la Moda de Londres. En ella se mezclaron conceptos como el de la sostenibilidad, a través de los trajes de chaqueta ligados a la tradición de Savile Row que se realizaron con restos de tejidos de fábricas inglesas, el espíritu seventies gracias al thriller de 1973 Don’t Look Now, y uno de los aspectos más destacados: el arte veneciano propio del Renacimiento.
Las flores y volutas doradas propias de los palazzos que visitaron durante el último año son solo algunas muestras de cómo la mezcla del arte moderno y el clásico ha influido a la pareja tras la firma, pero la más llamativa, al menos en cuestión de impacto, es la de la Virgen con el niño en brazos… hecha a base de píxeles, si es que se quiere una interpretación digital (y un poco millennial) de los pequeños cuadros que difuminan el dibujo.
Eso sí, mientras la idea se presenta clara en el vestido largo y en un jersey con falda, en el vestido amplio de manga corta los bordes se redondean lo suficiente como para acercarse a los mosaicos . De este modo, las formas solamente se intuyen, pero los componentes de las figuras humanas, las túnicas y el halo resultan reconocibles por repetidos en mil y una ocasiones en la pintura y la imaginería católica.
Tanto es así, que los colores y la disposición de los cuerpos recuerdan a una de las obras no expuestas del Museo del Prado, La Virgen con el Niño dormido, realizado por el pintor italiano Sassoferrato (Ancona, 1609 - Roma, 1685) en el siglo XVII. Y teniendo en cuenta que en este museo español pueden encontrarse muchas de las tendencias del próximo otoño, la conexión es de todo menos extraña.
Esta relación entre moda y religión también ha quedado plasmada en una de las diseñadoras más románticas del panorama actual, Simone Rocha (1986). La irlandesa ha conseguido a través de su firma homónima hacer de esa belleza antigua y poco sencilla de aprehender un estandarte que, además, se alinea con la idea del empoderamiento de todo lo tradicionalmente considerado como femenino, incluyendo el concepto de dulzura, delicadeza y romanticismo.
Todo ello, además, recubierto de unas referencias historicistas y eclécticas que convierten a cada colección en una lección de preciosismo, filosofía y, en este caso, imaginario católico. “Nunca hice mi primera comunión, así que nunca me pude vestir con los vestidos blancos, aunque todas las chicas a mi alrededor en el colegio sí lo hicieron.
Tal vez por eso estoy obsesionada y estoy compensándolo”, contó la directora creativa a Vogue.com. “Por supuesto, no puedes mirar a Irlanda y no estar al menos un poco influenciado por el catolicismo”, continuó, aludiendo a todos esos vestidos en color crudo con aplicaciones de lana sin blanquear de las ovejas de las islas Aran.
Los detalles de ese sacramento se traducen en cuellos camiseros, siluetas oversized, lazos XL y transparencias cuidadas que consiguen un equilibrio entre la inocencia y la madurez propia de su clienta, lo que también la llevó a fijarse en el trabajo de la artista irlandesa Dorothy Cross, que cuenta con una estatua de la Virgen envuelta en un velo, que trasladó de manera (casi) literal al encaje de Chantilly para las novias finales.
Sí, otro rito litúrgico que destacar. Pero no son las únicas referencias, ya que la mencionada figura de la Virgen también está presente en los colores azules, vinculados especialmente a la representación como Inmaculada, mientras que la de los obispos están en los morados y los negros propios de su indumentaria. ¿Hay más? Sí, hay más. “Está San Malaquías, el santo patrón de Irlanda, que realizó profecías”, dijo en backstage, refiriéndose a un vestido rosa con el nombre del santo escrito en dorado.
No santos exactamente, pero sí coqueteos con la ropa clerical hubo también en Paco Rabanne. La colección creada por Julien Dossena ha sobrepasado las connotaciones sixties para explorar las de la Edad Media en general y las medievales relacionadas con la religión en particular. “No diría que son un culto, exactamente”, contó a Vogue.com. “No soy creyente en absoluto, pero sí me interesa cómo el pensar en algo que está más allá todavía impulsa a todo el mundo, incluso en la era de la tecnología”.
Así, las esclavinas rematan buena parte de los abrigos, que en algunos casos parecen emular túnicas que van de la sobriedad monacal a la opulencia de los grandes actos. Pero sobre todo pueden encontrarse alusiones a Juana de Arco y a las armaduras de los soldados de las Cruzadas, las guerras religiosas impulsadas por la Iglesia católica.
La cota de malla plateada forma tanto vestidos sinuosos como capuchas que caen sobre el rostro de las modelos, hecho que conecta tanto con el histórico de la casa como con el look de Zendaya en, sí, la Met Gala 2018.
Menos literalidad hay en la propuesta de Christopher Kane, a pesar de que el diseñador aludió de manera directa a lo “diabólico y satánico”. “Tenía esa sensación de culto que siempre busco”, comentó en backstage.
La mezcla de sensualidad y espiritualidad es casi una constante en las colecciones del creador, que para el próximo otoño ha quedado plasmada en aberturas, detalles de lencería, tonos oscuros y el verdadero leitmotiv del desfile: el triángulo. “Empezamos a jugar con lencería atrevida y estos triángulos empezaron a aparecer”, contó Kane. “Luego, empezamos a hacer patchwork con los triángulos, y vimos cómo el triángulo es una de las formas más poderosas en la naturaleza.
De repente, el Ojo de Dios entró en la ecuación y todo encajó”. El triángulo es un símbolo con gran representación y significado en el cristianismo, especialmente desde que comenzó a utilizarse como representación de la Santa Trinidad, pero el Ojo de Dios también puede ser entendido como un símbolo espiritual diseñado en hilo sobre una cruz de madera, muy común en comunidades mexicanas y mexicano-estadounidenses.
Días después de estas presentaciones, llega el (pen)último capítulo de la intrincada y sempiterna unión entre moda y religión: el Sunday Service que Kanye West ha dado en el marco de la Semana de la Moda de París.
Aunque ni él, ni su equipo ni su familia han querido vincular estos servicios dominicales a una religión concreta (especialmente cuando los inició), las referencias a Dios son constantes y la nomenclatura de iglesia es utilizada por prácticamente todos los asistentes a la cita. Solo que estas menciones quedan en el plano de lo verbal y lo musical, mientras que la ropa se aleja de la indumentaria eclesiástica tradicional para en ocasiones acercarse a las vestimentas de un coro góspel o, en otras, directamente a un uniforme normcore presumiblemente firmado por Yeezy pero sin marca reconocible.
Y no, que la firma haya vuelto a desfilar después de varias temporadas en el ostracismo, y que lo haya hecho precedida de esta cita espiritual, no parece casualidad.
Fuente: https://www.vogue.es/moda/articulos/tendencias-otono-invierno-2020-2021-moda-religion-pasarelas